martes, 2 de noviembre de 2010

En una de tantas veces de escucharla, empecé a creer en la leyenda.
Empecé a sentir que yo mismo la había vivido, que la había visto.
Poco a poco mi mente empezó a botar las dudas y la lógica,
traspasé el ridículo, los miedos y las diferencias.
No tardé en sentir como el misterio se unificaba con mi forma
de pensar. Así fué como se encarnó toda esa enciclopedia
invisible dentro de mi. Allí, más que nunca, la leyenda cobró
vida, dentro de mi cuerpo. Mi vista pudo recorrer la vida
dando saltos entre épocas y años. Esta es una de tantas veces que la recuerdo, flotante, sabia, con voz de santa y una presencia tan bella y vibrante, que hasta los perros aullaban por su caricia.

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