miércoles, 3 de noviembre de 2010

Aunque yo haya cambiado tanto,
las nubes me siguen viendo igual.
Sus ojos me siguen por toda la ciudad.

Yo les devuelvo la mirada,
nos decimos lo mismo de siempre.
Aunque no las reconozca por nombre,
puedo distinguir sus voces con facilidad.

Me acuesto en la grama
y le doy su turno a la tierra.
Me revuelco suavemente,
como perro feliz.

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