martes, 9 de noviembre de 2010

Me ladraba mucho y me asustaba,
pero la necesidad de entrar era más fuerte que mi precaución.
Salté el portón. No sabía que ya no era necesario hacerlo.
Cuando me mordió la pierna, no sentí dolor, no sentí sus dientes.
El tampoco sintió mi carne, no sintió mi sangre. Se quedó aullando.
Tampoco yo sabía que me había convertido en fantasma.

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