martes, 1 de diciembre de 2015

Fue un ayer borroso,
confuso más bien,
lo veo bajo esa tenue luz,
típica del recuerdo
que hace al pasado
un poco más intenso.
El brillo en los ojos,
ese especial brillo,
me rehuso a aceptar
que sólo es el reflejo 
de la luz. 

El tratar de entender el ayer 
no sirve para borrar
el proceso.

El tiempo no borra
la cercanía, el aliento,
el beso, la lengua dulce,
y la irremediable caída
hacia el vacío profundo
de los ojos.
Recordamos procesos.
No hay tiempo que se pueda
llevar lo que se construyó
para ser eterno.
Cómo algo tan efímero, tan lejano,
puede durar para siempre.
Hoy sé que el ayer
es en realidad
nuestra chica inconquistable.
La chica de ayer.



lunes, 31 de agosto de 2015


-Sí, la que titila más fuerte, de color rosa, esa también es tuya. 

-¿Esa?

-Sí, esa. 

-Van tres. 

-Es la última de hoy, mañana te daré más. 

-¿Habiendo tantas, por qué sólo me haz dedicado tres?

-Para que nos alcancen para nuestros nietos. 


Están los que demuestran su amor contando su pasado, y están los otros, que demuestran su amor quedándose después de escucharlo todo.

martes, 11 de agosto de 2015

Aquí cayendo, 

desviviéndome por morir, 

como contagiado de esas muertes urgidas, 

a punto de bendecir el suelo con mis desgracias, 

cayendo para empezar a ser paz,

y convertirme en otro de esos olvidos indiferentes

que al irse dejan la puerta abierta 

y alguno de esos epitafios 

de tres palabras. 

miércoles, 27 de mayo de 2015

Cayendo


Se trata de vivir, como si la vida viniese con el combustible. 

Hablar de movimiento, cuando no estás cayendo. 

Siendo desastre nos ha ido mejor, nos hemos hecho menos anónimos. 

Levantarse, esa utopía con la que juegan los vivos. 

He estado en tus zapatos, pero me topan los dedos. 

Hablan de hacer camino al andar, pero no tienen pies. 

Esperamos con ansias el fin, para estrellarnos en paz. 

Suenas como si estuvieses esperando algo, un final, tal vez un principio. 

Nuestras palabras son pesadas, para evitar la fuerza del viento. 

Hablas de fuerza, pero ya sólo me queda la gravedad.

Caer, ese acto, no es tan malo, llega a ser hasta descarado. 

Rodillas rotas, sangre en el rostro, polvo, gotas de sudor. 

Caer es ser parte del camino, abrazarlo. 

Qué tal si caemos de antemano, que nuestra meta sea tropezar, 

tal vez así la meta se nos estrelle en el pecho.