jueves, 4 de noviembre de 2010

En pocos minutos mis dedos tenían
casi el mismo sabor de las uvas.

Húmedos y dulces.

Perdí la cuenta de cuantas pelé y comí.

Nunca había visto una lluvia de uvas,
pero no fue eso lo que me impresionó.

Lo que había embrujado mi atención,
era ver tanto vino corriendo por las calles
directo a los tragantes.

1 comentario:

Silvia Fortin dijo...

Donde estan esas calles??? :)