lunes, 29 de noviembre de 2010

Aún teniendo la sangre amarga,
las hormigas me cubrieron todo el cuerpo,
me quitaron el frío que me envolvía.
Ninguna cubrío el jaguar, las ramas o el nahual,
esa tinta negra quedó libre de hormigas.
Que fácil me tenían a su merced,
desnudo sobre la tierra volcánica,
al picarme me habrían asfixiado,
pero sólo me cubrieron del frío
en esas largas horas nocturnas
de pensamientos contrariados,
de penas asonzadas con hierbas medicinales,
de inútiles palabras en silencio,
de ecos espectrales olvidados,
de gritos mudos solanos,
de amalgamas de lágrimas y furia,
de muslos tibios y ojos perdidos,
de sueños a la fuerza y sin sentido,
de espasmos fríos y tiranos,
de recuerdos como la fiebre,
que bajan y suben entre alucinaciones,
que se arraigan como lunares de tiempo.
Por la mañana, las hormigas me dejaron,
regresaron al hormiguero y le cedieron su turno al sol.

1 comentario:

Vanessa Ramos dijo...

muchas imágenes, casi es música, bueno vos, muy bueno.lp