martes, 7 de septiembre de 2010

Una noche apagada

Esa noche apagada en mil silencios estuve viéndola dormir,
pero supe que no soñaba conmigo. No quería despertarla,
sólo quería acomodarme a su cuerpo,
como si fuera un presentimiento lógico y plagado de miedos.

Quería aliviar la insuperable paranoia crónica que se fortalecía
al paso de los minutos enmedio de aquel cuarto oscuro
y que seguía consumiendo sin distinción mi inteligencia y mi estupidez.

Quería encender algunas chispas multicolor para encontrarme
con su luz y poder buscar el vaso con agua que había dejado
por alguna parte del piso.

El miedo a dormir amenazaba mi subconsciente con la posibilidad
de nunca poder despertar, y así sucedió, casi sin evitarlo empecé
a perderme sin sentido en una espiral irrepetible de pensamientos.

Al abrir sus ojos me sepultó involuntariamente con su avalancha
de razones inequivocas hilvanadas por su hígado.

Así fue como empecé a perder el miedo al vacío,
así fue como me dejé caer entre palabras inflexibles,
entre ademanes violentos y entre decibeles ofensivos
incitados por la necesidad.

Hoy aún estoy cayendo,
pero el temor se estrelló mucho antes que yo.

1 comentario:

Ambar dijo...

"Hoy aún estoy cayendo,
pero el temor se estrelló mucho antes que yo"...
La contundencia de la verdad absoluta en esta frase.