martes, 26 de octubre de 2010

Malditamente emborrachado de estrés salí buscando una salida, una salida que se encontraba allá afuera, por algún lugar perdido entre los barrios de leyendas, entre los bosques de pinos, entre la basura incluso.

Los rótulos luminosos, los ladridos de los chuchos y la fé que salía huyendo con patas de pollo en cada esquina. Su voz atrás de mí, como si fuera la sombra de la siguanaba, como si fuera un espanto buscando su fin.

Amordazado con cartas electrónicas escritas con diferentes sentimientos, con la estúpida charla de un taxista homosexual, con el humo metiéndose por la ventana, con un destino parecido a los botes de reciclaje.

Bailoteando entre zopilotes, quejándome en silencio, repudiando la consiencia infernal de estos gobernantes, como sea, llegué a ti, aún después de perderme en esta ciudad de mierda por más de treinta y dos años.

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