Hoy vine de madrugada,
justo cuando la luna cierra los ojos
y el sol aún no se levanta.
No moví ni una sola hoja seca,
no dejé huellas sobre la tierra tibia,
tampoco dejé mi estela de melancolía
por el camino.
Fuí guiado por la brújula
de tu olor, tu luz iluminó
mi sendero estrecho
y tus voz atrajo mis pasos
hasta la penumbra
de tu faz ineludible.
Tus manos, esas manos
que pensé que había
abandonado en algún lugar,
estaban allí, pero de otro color.
Me dejé hipnotizar
por tu sinceridad cruda
inyectada directamente
en mis venas.
Mañana aquí estaré,
esperando lo mismo,
tomando este camino
a la hora de siempre,
observando la esencia
de las sombras con mi vista
de gato de monte,
relamiéndome por escuchar
tu nombre una vez más.
Hace 3 meses
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