jueves, 13 de enero de 2011

Le arranqué la voz,
se la quité con mis manos frías,
manos hartas del frío.

Me la tomé por los oídos,
la guardé en mi sangre,
traté de construirme palabras,
palabras que devolvieran mi vida.

Irreconocibles como piedras perdidas,
alucinando sin su significado,
entre rosas marchitas,
entre calambres de pecho,
tal cuál como fui advertido.

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