Cuando se hizo de noche
empezaron a caer chispas,
chispas y luces a cántaros,
como un aguacero torrencial
que caía por todas partes
llenándo la oscuridad
de cualquier pena.
El sonoro granizo multicolor
se hacía cada vez más ensordecedor
sobre nuestro techo, y la brisa
incesante había logrando
restablecer el tiempo perdido.
Sus manos siguieron refugiadas
en mi espalda, sus ojos estaban
hipnotizados por la fogata de mi piel,
y su nariz respiró todos mis latidos
antes de empezar a soñar.
Hace 2 meses
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