Su celda permanecía abierta, la luz entraba intensa y dibujaba un cálido abanico intocable,
pero los segundos empezaban a rendirse delante del miedo. De pronto el candado se cerró voluntariamente, interrumpió su silencio y lo libró milagrosamente de sufrir
2 comentarios:
Es cierto a veces la libertad encarcela mas que el propio candado del encierro.
Saludos
Aveces la libertad puede ser una condena
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