miércoles, 8 de junio de 2011

Más silenciosos eran sus pasos conforme avanzaba. Su pecho era una samba irrefrenable cuando se acostó a su lado. No se atrevió a despertarlo, se conformó con devorar minuto a minuto la noche a su lado, como si fuera un eterno amanecer lleno de luna y silencio. Se quedó sintiendo su respiración, imaginando sus ojos abiertos y pasando sus dedos suavemente por un camino inevitable.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Dos corazones que se acompasan en un solo látido...
Dos corazones que no volveran a latir igual.... cocoa