lunes, 25 de abril de 2011

Rastros, señales que débilmente permanecen, letras buscando sus renglones, deseos atrapados en cartas sin nombre, en lugares salpicados de alcohol, en recuerdos que nos visitan de noche. Consecuencias, dolores que nunca se van, que se quedan como tatuajes en una piel ya sin espacios, que nos dejan como preguntas sin respuesta, como fenómenos del amor, como niños sin hogar llorando en la obra de la vida. Así actuamos, de espaldas al telón de la indiferencia maldita, que nos queda como máscara mal puesta, esperando que los dedos de los años nos la arranquen para morir de una vez por todas, mejor tarde y no ahora. Luces que aún se ven después de cerrar los ojos, queman como ver el sol fijamente, luces que nos dicen hola y adiós sin misericordia, luces que nos avisan justo en el instante cuando dejamos de pertenecer a un cuerpo ajeno, y éste a su vez ha dejado por completo la temperatura del nuestro. Así se rompe la conección, justo cuando llegan las últimas chispas avisando que todo ha sucedio conforme a nuestros miedos, cuando se acuestan en la distancia, cuando se desengañan los recuerdos, cuando lo sabemos todo, cuando lo invisible nos llega con certeza a los sentidos y de pronto no sabemos explicar el sufrimiento irreversible que nos toca encarar.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Vaya... si que has sentido. Nadie podría describir así, sin haber sentido realmente.

Beso.

Anónimo dijo...

QUE BELLO!