miércoles, 15 de marzo de 2017

Las Nubes del Padre


"Nunca he podido y no sé si podré saber algún día, a ciencia cierta, el detalle exacto, real y desenmascarado de la intervención tecnológica divina en los relatos que nos describe la Biblia", dijo Mark, Mark algo, un apellido raro, no lo recuerdo bien, era viernes y estábamos bebiendo. Me dijo que era un ingeniero físico y doctor en teología de alguna universidad que no viene al caso, pero que yo había tenido la extraña suerte de conocer en uno de mis bares cotidianos aquella noche de tragos de fin de mes. 

"La nube que cuidaba al pueblo de Israel en el desierto en su escape de Egipto, la nube en la que apareció Dios en el desierto, la nube en la que ascendió Jesucristo al cielo, la nube de Apocalipsis donde aparece Yahvé, las nubes en las cuáles serán arrebatados los vencedores a los cielos, etc, las nubes son la clave, son los taxis del cielo, sus naves, algunos de los ángeles de Dios usan tecnología para moverse" dijo Mark, quién estaba en el momento cumbre de su informal exposición en la barra del bar.  No recuerdo bien qué más dijo porque yo tenía mi atención mayormente centrada en el escrutinio disimulado de la sobriedad de aquel singular bebedor, sin embargo no dejaba de interesarme en el tema de las aerolíneas de Yahvé, pero para ese entonces habíamos pedido ya otro pichel más de cerveza oscura tipo bock, y Mark, el teólogo cervecero, parecía irse perdiendo con cada sorbo en un monólogo cada vez menos objetivo en medio del ensordecedor lugar. 

Las horas fueron pasando, yo ya no estaba disfrutando la música y llegué al punto etílico en el que supe que era suficiente por esa noche, entonces me levanté, le agradecí y le estreché la mano, y conforme fui saliendo, empecé a darme cuenta que era la primera vez en diez o doce años que tengo de visitar Bierstube (así se llama el bar), que me encuentro con una personalidad del calibre de Mark.  De hecho pensé, este alemán habla español perfecto, viene a la barra, se bebe cinco o seis tarros conmigo, se le desata la lengua en hablar cosas mágicas, interesantes, interesantísimas incluso, y aún más reales de lo que mi ebriedad hubiese podido permitir, y por si la charla hubiese sido poca cosa, me paga la cuenta, no sé, aquella fue una de esas noches en las que salgo contento de un bar, meditando en las palabras de un extraño y estando todavía más seguro de mi fe.

@palabrassiere

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