viernes, 4 de febrero de 2011

Cultivé una magia ciega que acaba de abrir los ojos. Hoy las cosas se ven más claras, más desnudas. Cuando me alcanzó, me metió su olor a la fuerza y me me espinó los pulmones. Su cintura me recordó algo que fue mio en algún sueño. Su voz me hizo ver dentro de una película en blanco y negro, hice pausa en la escena de alguien que moría sin remordimientos. Lo disfruté, no sentí dolor aún viendo que el protagonista tenía mi cara y mi nombre. No hay daño que las letras puedan hacerle a un fantasma. No hay veneno capaz, ya no hay crueldad capaz. En mi propio escenario soy expectador de mi castigo y lo disfruto. Allí, en mi palco, supe que había encontrado el alambre correcto para cortar la maldita cuenta regresiva. No es tan difícil lidiar con la virtud de estar hecho de arena con corazón de piedra. Dejé de sentir, el miedo se fue y me dejó una carta con un epitafio en latín.

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