jueves, 25 de marzo de 2010

Rellené mis palabras con caramelo y las cubrí con cholcolate.
Las repartí entre todos los que estabamos hartos de la amargura.
Algún tiempo después alguien me reclamó.
Se le subió el azúcar.

1 comentario:

Leonor dijo...

Un shock insulínico, eso puede ser terrible tratándose de las palabras.

Muy bueno...