Hace 2 meses
jueves, 14 de noviembre de 2013
Amaneceres distantes,
tirados hasta allá donde nos conocemos,
llegando a la orilla de la muerte,
en brazos del olvido y recordando nombres.
La saliva como tinta invisible,
que escribe historias inconclusas,
escritas en un libro sin pasta,
sin lectores.
Hojas que se caen
de los ojos del recuerdo,
un camino que borra sus huellas
con los pies del tiempo,
mientras este, baila descarado,
frente a nosotros los débiles.
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