Te ví allí, maravillosa entre tu aroma de pan,
viéndome fijamente con una gracia espolvoreada como azúcar glas,
escuchando las palabras de mis pestañas.
Arrastrado por tu dulzura y tu trigo me convertí en un visitante
atrapado en el horno de tu presencia indómita.
Esos ojos de miel que borraban la amargura a la que estoy acostumbrado
me invitaban a mirarte de frente y con hambre.
De pronto, el cuchillo con jalea bañó tu faz y las fresas adornaron tus mejillas.
Entonces cerré los ojos y ví como la distancia se nos hacía cada vez más corta,
hasta sentir la temperatura de tus labios.
Hace 3 meses
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